Entrevista a Mario Arteca

POR LUIS MALTZ Y MAURICIO VALLUZZI


Mario Arteca nació en La Plata en 1960. Es periodista cultural y escritor



PRIMERA ENTREGA

ACERCA DE LA LECTURA

Te aferrás a lo primero que leés, aquello que te saca de la modorra de cuando no leías demasiado; a mi me pasó eso con Neruda, después lo detesté rápidamente, tenía una proliferación de palabras que a uno le aumenta el diccionario personal. Después hubo otras lecturas, cuando dejé a Neruda empecé a leer a otra gente. Gelman me gustaba mucho, ahora no lo leo para nada. Pero a mí me hizo un click importante cuando leí a un italiano que se llamaba Eugenio Montale: es un autor de una densidad y profundidad que pocas veces se ve; era más críptico, más simbólico, a mí me daba a entender que la poesía no era sólo una comida para desdentados. Había que masticarla de a poco. Te vas preguntando qué significa cada poema, luego te das cuenta que el significado no es tan importante, sino lo que auditivamente ofrece el poema. Me llevaba a un lugar que no tenía que ver demasiado con un poema, era como retazos (cortar y pegar) Después me abrí a otras lecturas, vas a librerías y buscás lo que no conocés. A mi la lectura de José Kozer me movió mucho, un escritor cubano muy importante, muy amigo; es el hombre que pudo leer a Lezama Lima y no hacer exactamente la misma trayectoria, mucho más sensual que Lezama (si se puede ser más sensual) más críptico y doméstico. Es un escritor que no sólo entiende cómo funciona su lengua, entiende como funciona la lengua universal de la literatura (una especie de Ezra Pound cubano, que trabaja mucha información literaria, mucho culteranismo. Pero eso está siempre en la superficie de la lengua, en un lugar hogareño, de la domesticación; lo trabaja como parte de una casa donde está él y Guadalupe, su esposa) Luego de esta etapa hogareña, el cubano se va complejizando y trabaja con la repetición fónica como modo de puntuación.

VIEL TEMPERLEY

Al leer la obra completa, descubrís su trayecto: de poeta de campo a la singularidad de Hospital Británico.

Este último Viel Temperley empieza a extraer imágenes (Hospital británico, Crawl). Es el único poeta que hace una antología antes de morir. La mayoría de los poetas trabaja lo íntimo como una manera de intervenir en la literatura, él utiliza lo íntimo como una manera de crear imágenes. Sobre todo imágenes que son casi psicoanalíticas: la idea del padre, la madre, la zona del útero, del vientre materno (el útero cuando uno está y no recuerda nada, es como el poeta que no tiene conciencia de lo que sucede porque es como si no hubiese nacido) En la literatura argentina es una operación muy rara siendo la poesía argentina muy abstracta.

RICARDO ZELARRAYAN

Zelarrayán aparece como un continuador de lo que cortó la dictadura y que había comenzado con El Fiord de Osvaldo Lamborghini: relectura de la gauchesca, de la lengua bárbara (en el sentido sarmientista)

Si leés El Fiord te das cuenta que es un texto muy burdo, en el sentido de presentar tan claramente las claves de lectura, tiene carácter fundacional.; esto encuentra continuidad en el trabajo que realizan con la jerga popular, cada uno a su manera: Manuel Puig, Germán García con Nanina, Alejandro González con Andá a cantarle a Gardel y Luis Gusman con El Frasquito.

Estas escrituras resultaron un movimiento casi inconsciente de la literatura argentina que la narrativa le dio a la poesía. Cuando Zelarrayán publica “La obsesión del espacio” es un texto neolamborghiniano cuando Osvaldo aún era joven. Había una comunidad alrededor de Literal que desmentía al boom latinoamericano. A nivel narrativa deriva en la novela de lenguaje (Néstor Sánchez); pero en poesía sirve para salir del baúl de los 60 (piola a nivel ideológico malo desde lo estilístico). De ese cofre también salen Gelman (especialmente con Fábulas) y Miguel Ángel Bustos (rescatando sólo muecas de los 60) y también Zelarrayán (Cucurto plagia a Zelarrayán más que a Osvaldo, ha sabido con inteligencia rescatar esa obra, pero su producción con valor presente no sé si tiene valor futuro) ¿Qué hubiera pasado si ese movimiento no se hubiera cortado por la dictadura?

ACERCA DE SU ESCRITURA

Mi primer libro publicado fue en verdad mi tercer libro: Bestiario búlgaro. La segunda parte de Bestiario trabaja una zona más áspera, no tan lírica como la primera; y eso me interesaba porque uno de los problemas de la poesía en argentina es la poesía poetizable. El gusto por el arte pop se ajusta a mi necesidad de frescura, la experiencia Di Tella en ese sentido me resulta capital: la idea de lo alto y lo bajo al mismo tiempo. Eso ocurre en la obra de uno de mis escritores favoritos John Ashbery. Mecanismos y procedimientos en sí mismos, cada libro tiene que ser distinto a otro: un libro de poesía al igual que un concepto es muy fugaz, muy maleable y aunque resulte ininteligible lo que rescato de un libro es su eficacia, movimiento y personalidad.

Si me preguntan por el sentido en la poesía, me encanta trabajar zonas antagónicas, antítesis; por ejemplo en Impresiones de un folleto conviven citas en alemán junto a banalidades y eso contribuye a una lectura no lineal.

Guatambú debe ser el libro que más me costó y más rápidamente hice: cuatro meses de escritura y una hija recién nacida que lloraba como un becerro. Escribía de las once hasta las tres de la mañana. Hubo un momento en el que me dio la sensación de que este libro iba a ser algo, que tenía que funcionar aunque sea como bomba de hidrógeno. A mi me importó trabajar distintos estilos: objetivismo, por momentos nouvelle vague, con citas que no le importasen a nadie pero que en el conjunto seguramente aportarían algo. En Guatambú hay mucha conversación, mucha gente hablando. Incluso transcripciones de cartas como la que le escribí a García Helder definiendo lo que en ese momento para mi era un poema. Trabajé la idea de dificultad, de no haberlo manyado todo, la idea de que algo caiga bien y uno no comprenda por completo. Lo que me importó es que tuviese cierta eficacia, cierta apertura: que abriese un camino.

Yo lo pensé como un libro polaco al principio, había visto en ese tiempo la muy linda biografía de Krzysztof Kieślowski. Después se convirtió en un libro del Mercosur (Portuñol) tras mis lecturas de Catatau de Paulo Leminski, Mar Paraguayo de Wilson Bueno (¡tremendo libro¡) y un trabajo ocasional como corrector para una editorial de San Pablo.

FRAGMENTO DE GUATAMBÚ


Hasta él mismo se extrañó de poder hablar
1980 con ellos. Sí, hay una depresión del terreno
cubierta de alisios y en verano todo muda
en un lago. Las puntas de los alisios se recortaban
sobre un fondo de cielo color limón, con sus contornos
oscuros, mientras tenía ante sí un compacto de árboles
jóvenes. Allí donde el acceso era difícil, la tierra
se conservaba mojada; cada vez que alguna cosa sucedía,
desde un lugar le respondían desde tres o cuatro puntos
diferentes. Por encima de los árboles, una silueta
y luego otra. El hecho de que estuvieran volando allá
arriba no probaba nada aún. Atención: una sombra pasó
entre el cepillo de las brisas más jóvenes, se posó después
de un disparo y encontró aquello tendido de espaldas, vivo
aún, las garras erguidas en actitud de defensa. La piel,
disecada, conservará durante un tiempo el aspecto de éste
y no de otro ser, mientras no la destruya la polilla.
Quiso lanzar un reclamo, aunque sólo consiguió quedarse
ronco, cambiada ya la voz, nunca otra vez aquella señal
aguda (contrapicado) entre el maullido de un gato
y el silbido de la bala, haciendo centro. Lo único
que los justifica es la medida de sus proporciones;
cuando no se expresa aquello que no existe, de la misma
forma en que el Estado protege a sus animales
2001 de caza mediante leyes y a la nueva generación
por medio de verjas (G. Benn). Asbesto,
la inflación de la conducta; sucesión espontánea del páramo
en su dogma, las muñecas anuda hasta zamparlas del todo;
es un mundo para ella y así, incluso, con esa carga apenas
lo conoce. Pero insiste con él, se deja estar entre esos brazos
iguales a los suyos en la compensación de los detalles.
A escala dará lo mismo que él y ella sumen de a un coágulo
el ritmo del vareo, aúnen sus pies en el caldo de la noche,
cuando incurrir en ello supone el principio de toda atracción
tras largas emanaciones. Corrige, tacha la válvula paterna;
proviene del horror vacui cada despunte de sus ojos. Lo ve,
imprime los suyos saliente de un reflejo acercándose al apego
de una cámara. En la nueva toma ningún miembro del dúo
opina lo contrario. Hacen correr sus cilicios al amparo
de un efecto, un rebote. Al tiempo se refractan, salpican
milímetros de la piel que los une (si es para siempre, mejor)
pero sería demasiado, tamaña coincidencia; o bien le zumba
cualquier atisbo de un script en la cara, segura cosa entre ellos.






ELEGIMOS DE EUGENIO MONTALE

La anguila

La anguila, la sirena
de los mares fríos que deja el Báltico
para llegar a nuestros mares,
a nuestros estuarios, a los ríos
que remonta por el fondo, bajo la crecida adversa,
de cauce a cauce, y después
de hilo a hilo, sutilizados,
cada vez más dentro, cada vez más en el corazón
del macizo, filtrándose
entre burbujas de fango, hasta que un día
una luz brotada de los castaños
le enciende brillos en charcos de agua muerta,
en los fosos que unen
los saltos de los Apeninos a la Romaña;
la anguila, antorcha, látigo,
flecha de Amor en tierra
que sólo nuestros barrancos o los resecos
arroyos pirenaicos devuelven
a paraísos de fecundación;
el alma verde que busca
vida sólo allí donde
muerde el ardor y al desolación,
la chispa que dice:
todo comienza cuando todo parece
carbonizarse, rama sepultada;
el iris breve, gemelo
de aquel que engarzas entre las pestañas
y haces brillar intacto entre los hijos
del hombre, inmersos en tu fango, ¿puedes tú
no creerla hermano?

Versión de Jesús López Pacheco